La Gallina Degollada

La Gallina Degollada

Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.

Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.

El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.

Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?

Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfermedades de los padres.

Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.

—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.

El padre, desolado, acompañó al médico afuera.

—A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no más allá.

—¡Sí!... ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que...?

—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente.

Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.

Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.

Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!

Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitió el proceso de los dos mayores.

Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada más.

Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.

No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.

Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfera se cargaba.

—Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más limpios a los muchachos.

Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.

—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.

Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:

—De nuestros hijos, ¿me parece?

—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.

Esta vez Mazzini se expresó claramente:

—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?

—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... —murmuró.

—¿Qué no faltaba más?

—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.

Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.

—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos.

—Como quieras; pero si quieres decir...

—¡Berta!

—¡Como quieras!

Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo.

Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza.

Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, le pasába lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado se habían perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro le había forzado a crear.

Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.

Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.

—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces...?

—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.

Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!

—Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti... ¡tisiquilla!

—¡Qué! ¿Qué dijiste?...

—¡Nada!

—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!

Mazzini se puso pálido.

—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!

—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!

Mazzini explotó a su vez.

—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!

Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto infames fueran los agravios.

Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.

A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.

El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de conservar la frescura de la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación... Rojo... rojo...

—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.

Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos.

—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!

Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.

Después de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija se escapó enseguida a casa.

Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.

De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón de querosen, y su instinto topográfico le hízo colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.

Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. La Viéron mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.

Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente se sintió cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.

—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.

—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero se sintió arrancada y cayó.

—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.

Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.

—Me parece que te llama—le dijo a Berta.

Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.

—¡Bertita!

Nadie respondió.

—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.

Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.

—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:

—¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.



El Libro Prohibido

El Libro Prohibido

En una librería electrónica encontré una sección esotérica que 
llamó mi atención, pues no sólo tenían la primera edición del 
Diccionario infernal del padre Collin de Plancyo el Malleus Maleficarum con prólogo de Lord Byron, sino el apócrifo y terrible Necronomicón del árabe loco Abdul Al-Hazred. Pensando que sería una antología de historias góticas lo encargué más por romanticismo que por interés. A los tres días me lo llevó a casa un hombre alto y borroso que parecía vendedor de biblias. Se trataba de un volumen en octavo y encuadernado en una tela que recordaba a las arañas. Lo encontré algo ajado, descolorido en las cubiertas y torturado por los nervios, pero era la edición valenciana de 1610. Un sello de agua indicaba que el ejemplar había pertenecido a la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. «La crisis» —pensé— y me dispuse a disfrutar de mi tesoro. El libro era una maldición y una blasfemia, pues contenía todas las aberraciones posibles de nuestro tiempo y el anterior. Leí las revelaciones de la Clavícula de Salomón, los hechizos del Kitab-al-Uhud y las profecías del papiro de Leyden. Conocí la genealogía atroz de los primigenios: Azathot, Cthulhu, Nyarlathotep y Yog-Sothoth. Descubrí razas malditas que habitan en las profundidades marinas, que supuran en las esquinas sucias de nuestras casas y que aguardan una señal de guerra en el abismo de los espejos. Pero lo peor era el libro en sí: no tenía fin, no tenía comienzo, la numeración era delirante y las páginas que pasaba no volvían a aparecer. Después de varios días de insomnio encontré unos folios garrapateados con letra menuda y temblorosa. Era un índice alfabético de las miles de ilustraciones de aquel libro infinito, acaso abandonado por algún lector enloquecido y aterrorizado. Hice una hoguera en el jardín y arrojé esa monstruosidad a las llamas. Lleva meses ardiendo. Quizás sea la señal que espera Yog-Sothoth.




No Hay Que Hablar Con Extraños

No Hay Que Hablar Con Extraños

Así me decía siempre mamá, pero Agustín no era un extraño 
porque todos los días me ofrecía caramelos a la salida del colegio. Además, cada vez que me llevaba a su taller me regalaba muñecas. Muy bueno era Agustín, me hacía cariñitos. Mamá me contaba historias bien feas de niñas que se perdían porque se las robaban las gitanas o el hombre de la bolsa. Yo sabía que las gitanas se llevaban a las niñas para obligarlas a vender flores, pero nunca supe qué te hacía el hombre de la bolsa. Con Agustín yo juego a que me toca y yo lo toco, y siempre gano pues al final no se puede aguantar. Mamá es una miedosa porque dice que si hablo con extraños seguro que no me vuelve a ver. En el taller de Agustín hay muchas cosas que cortan y queman y pinchan. También tiene un avión desarmado que un día servirá para volar e irnos de viaje. Por eso me puso el pañuelo mágico en la nariz, porque los aviones marean y tengo que acostumbrarme. Después ya no me acuerdo de nada: una colonia bien fuerte, un sueño como regresando de la playa y muchas cosas que cortan y queman y pinchan. A veces salgo del taller de Agustín y vuelvo al colegio porque ahora nadie me llama la atención. Me gusta hacer lo que quiero y caminar de noche, pero me da pena mamá, siempre mirando triste por la ventana. Le hablo y no me hace caso y entonces vuelvo al taller con mis juguetes de niebla. Seguro que si Agustín no fuera un extraño mamá me volvería a ver.



Slenderman

Slenderman, El Hombre Delgado

El hombre delgado, también conocido como Slenderman, es una criatura mítica representada como una figura alta y delgada que viste un traje negro y tiene una cara blanca sin rostro alguno.
Según la leyenda, se dice que puede, estirar o acortar sus brazos a su antojo y tiene unos tentáculos que le sobresalen de la espalda y los dedos se le alargan aun más, la criatura puede causar pérdida de memoria, insomnio, paranoia, ataques de tos, e incluso llevar a su víctima a otra dimensión desconocida.

La leyenda urbana ha inspirado fan arts, creepypastas y una serie de un falso documental llamado MarbleHornets.

Su Origen:

El 8 de junio de 2009, un concurso de fotografías paranormales fue lanzado en el Something Awful (SA) Foros. En dicho concurso los participantes convertían meras fotografías en imágenes de aspecto espeluznante a través de manipulación digital y luego, las pasaban como fotografías auténticas sobre una serie de foros paranormales.

El 10 de junio, Victor Surge publicó dos fotografías en blanco y negro de unos niños en un parque, con una breve descripción que decía: “El hombre delgado” una misteriosa criatura que acecha a los niños.


Slenderman puede ser real o no, las únicas pruebas que hay de su existencia son estas, puedes creer en él o no, ya eso a gusto de cada uno, señores..

Videojuego:

La historia descrita por Victor Surge, fue tan interesante, y las imágenes tan terroríficas, que Slender Man creció en popularidad y se creó un juego gratuito y bastante corto llamado “Slender”:

De la mano de Hadley/Parsec Productions, estos han usado al personaje para un título de terror indie. Con una inmersiva vista en primera persona al estilo Amnesia, tendremos que recorrer de noche un bosque silencioso, entrando en pequeños edificios, y recogiendo ocho notas de texto mientras enfocamos la linterna a todas partes, rezando por no ver al Slender Man que más de una vez nos pondrá los pelos de punta y nos hará daño con solamente mirarlo.
De este juego ya se han creado algunos mapas más como Sanatorium, Hospice, Elementary y Mod.

Generalmente este juego está basado en el documental que hicieron MarbleHornets, sobre Slenderman, ya que los dibujos con el símbolo de un círculo tachado con una X en el medio fué, creado por ellos, y algunos lugares donde aparece este ser, son casi idénticos a los del documental, ejemplo: el bosque Rosswood con el túnel y la torre roja de bomberos, el hospital psiquiátrico con graffitis, etc..




Si No Tienes Amigos... Haztelos

Si No Tienes Amigos... Haztelos 

En un clásico día como es la víspera de todos los santos, un grupo de amigos decidió acampar en un bosque a unos cuantos kilómetros de su pueblo.

El grupo estaba formado por tres chicos: Raúl, David y Marcos y por cuatro chicas: Lidia, Alba, Natalia y Aroa. Esta ultima hacia poco que se había incorporado al grupo, era la tipica marginada, e incluso la gente del grupo le había insultado y aveces hasta pegado, pero terminaron por aceptarla.

Cuando tuvieron listas las tiendas, fueron a buscar leña e hicieron una hoguera para preparar la cena. Ya cenados, se pusieron a contar historias de terror, se dieron sustos y se fueron a dormir.

Marcos se despertó, había tenido una pesadilla, se incorporó y un escalofrío le recorrió la espina dorsal; hacía frío. Inquieto en su saco de dormir, cogió un abrigo y la linterna y salió a dar una vuelta.

-No se ve ni un pijo. -Dijo Marcos.

Así que encendió la linterna y en ese momento deseó no haberla encendido, ya que Natalia estaba colgada en la rama de un árbol, ahogada y con las cuencas de los ojos vacías. Entonces sintió crujir una rama y se volteó. Vio a una persona encapuchada, que desenvainó una katana y se acercó rápidamente a él.

Marcos no tuvo tiempo a escapar, ni siquiera gritar, sólo sintió un leve corte en el cuello y nada más. El encapuchado había decapitado a Marcos.

Raúl se despertó y al ver que Marcos no estaba salió de la tienda y se dirigió a la tienda de las chicas. Se horrorizó al ver que Lidia y Alba estaban descuartizadas, pero a Lidia le faltaban los brazos y a Alba las piernas. Fue corriendo como pudo a la tienda para avisar a David.

Despertó a David y le contó lo sucedido. Raúl pudo apreciar, a pesar del rostro sereno que tenía David, una mueca de dolor. Se prepararon para ir a buscar a los demás, por si habían sobrevivido. Cinco minutos bastaron para encontrar los cadáveres de Natalia y Marcos; Natalia sin ojos y Marcos sin cabeza.

Después de mucho buscar, divisaron una casa abandonada y se dirigieron a echar un vistazo, por si Aroa se había escondido allí del asesino. En el interior había un hedor insoportable y cada vez que se daba un paso, la madera crujía tanto que parecía que se iba a hundir en cualquier momento.

Decidieron separarse; Raúl iría por la planta de arriba y David por la de abajo. David se adentró en una habitación, que resultó ser la cocina. Dedujo que el hedor provenía de ahí, así que abrió la nevera, en la que había carne ya descompuesta. A David le dieron ganas de vomitar, pero se retuvo al escuchar un fuerte grito, seguido de un fuerte golpe contra el suelo.

Subió las escaleras y vió a Raúl en el suelo, rodeado en un charco de sangre escarlata y con un hacha pegada en la frente. Le faltaba el pelo. Sintió una presencia detrás y... se durmió. Cuando se despertó le quemaban las muñecas y los tobillos; estaba atado de pies y manos.

Le habló una voz, pero no era una voz cualquiera, era una voz muy conocida, era la voz de Aroa.

-Vaya, vaya, vaya; Marcos el deportista, Raúl el ligón, Lidia la perrita faldera, Natalia la pija y Alba la falsa, muertos. Mi plan va a la perfección.-Dijo con una sonrisa maliciosa.

-¿Cómo qué plan? ¿Los has matado tú? -Dijo David.

-Por supuesto. ¿Qué creías, que iba a olvidar todo lo que me habéis hecho? Nunca he tenido amigos, y vosotros os burlabais de mí. Me habéis hecho mucho daño, ¡Pero mi plan no estará listo hasta que te mate!

Aroa cogió un hacha y con un movimiento rápido cortó una pierna a David y éste gritó de dolor. Sin tener tiempo a decirle algo, se dio cuenta de que se dirigía la otra pierna, y se la cortó.

-Por favor Aroa, ¡Para ya! -Rugió David.

-Sabes que te voy a matar, y no vas a poder hacer nada. -Dijo Aroa con una sonrisa burlona.- Pero antes de morir quiero que veas para qué os voy a utilizar.

Abrió una caja de la que sacó los ojos de Natalia, la cabeza de Marcos, el pelo de Raúl, los brazos de Lidia y las piernas de Alba. También sacó una aguja y un dedal para coser.

-Voy a dejar que tu cabeza piense qué voy a hacer. Te daré una pista, lo que quiero de ti es tu torso.

Y sin más miramientos volvió a coger el hacha, le cortó un brazo, y después el otro. David ya empezó a atar cabos, pero Aroa abrió la boca para dictar su final. Y dijo:

-Como decía mi abuela, si no tienes amigos, háztelos. 




¡Vamos A Jugar! ¿Si?

¡Vamos A Jugar! ¿Si?

¡Hoy Anne me ha hecho enfadar mucho!. ¡Esa niñata me ha dicho que soy una insensible! Realmente no puedo creerlo. Pensé que eramos amigas. Tal vez debo jugar un poco mas con ella y se alegrará. Si, seguramente así volveremos a ser amigas.

La profesora nos ha dicho a todos que Anne no volverá. No comprendo que le ha pasado, ¡porque ayer nos divertimos mucho realmente!.

Hoy unos hombres muy raros llegaron a la escuela. Nos han preguntado sobre cosas muy extrañas, como por ejemplo: ”¿ Jugabas mucho con Anne?” , ”¿Eras amiga de Anne?”, ”¿Se llevaban bien?”. Creo que Anne no se divirtió tanto como yo, y eso realmente me apena.

¡Hoy hice una nueva amiga!. Se llama Michelle. Es nueva en la clase. ¡Es una niña tan buena!, pero aveces me molesta. ¿Tal vez deberia jugar con ella como lo hice con Anne?. ¡Eso haré!.¡ Así no me molestará más y las tres seremos amigas!.

Michelle se ha enfadado conmigo. Realmente estoy triste. Cuando quise jugar con ella me empujo y me gritó: ”¡Loca, psicopata! ,¡¿ Qué crees que haces?!. Pero creo que ya le ha pasado. Ahora esta callada en un rincón. Me habia dicho que le gusta el color rojo, pensé que eso la haria feliz, pero creo que esta buscando la manera de disculparse conmigo por haberme dicho esas cosas tan feas.

Unas personas muy raras llegaron a mi casa. Mi madre está llorando. Creo que deberia jugar con esas personas tambien, de todos modos han hecho llorar a mi madre. No me lo permitieron. Me pusieron un lindo chaleco, pero creo que me lo han puesto mal porque las mangas de los chalecos no se cruzan adelante.
Ahora estoy en un cuarto. Estoy decepcionada. Mi madre no me advirtió sobre alguna mudanza. Es más , en este momento no esta aquí. Al menos Anne y Michelle estan conmigo, pero creo que ahora ellas quieren jugar conmigo.

Poco a poco este lindo cuarto blanco se pinta de rojo. ¿Por que será?. Michelle y Anne juegan conmigo. Me duele pero me rió. Al fin somos amigas.




La Silla Eléctrica

La Silla Eléctrica 

Cuando me comunicaron la fecha funesta se apoderó de mí la angustia de los sentenciados, y desde entonces sólo pienso en el dolor, el ruido y la luz. Si el trámite fuera indoloro miraría desafiante a mi verdugo, pero el pánico me paralizará cuando
contemple la obscena exhibición de sus instrumentos de
tortura. Por eso debo conservar la escasa dignidad que me
queda, porque no quiero que los demás condenados se
consuelen con mi cobardía. ¿Qué importa lo que ocurra una
vez que me siente en la silla maldita? Podré llorar, podré
maldecir y hasta cagarme en la silla de los cojones, porque esos
matarifes son muy escrupulosos con la limpieza. Pero en el
corredor de la muerte no puedo permitirme ser débil, ya que
aunque nos miremos distantes de reojo, por dentro todos
pensamos en el dolor, el ruido y la luz. Tengo miedo, quiero
huir y hago secretos propósitos de enmienda, pero todo es inútil
porque dentro de un año estaré de nuevo aquí: en la consulta
del dentista.



La Casa De Muñecas

La Casa De Muñecas

La compré en una tienda de antigüedades porque me fascinó su 
desmesurada ambición por la miniatura. Cada habitación era 
de una riqueza maniática, pues en los baños se veían los tubos 
abiertos de pasta de dientes, sobre las mesas se deshojaban 
cuadernos garabateados con letras minúsculas y en la cocina 
distinguí una alacena colmada de botes y conservas con 
etiquetas miniadas por un artista demente. Pero lo más 
asombroso fue descubrir otra casa de muñecas dentro de la 
casa de muñecas, minuciosamente decorada como una 
pesadilla. Lo único que me chocaba era la infinita tristeza de 
las figuras que la habitaban. Me la llevé a casa y la instalé en 
mi dormitorio, sobre la mesa de caoba maciza. Aquella noche 
me despertó una luz asmática y di un salto tremendo cuando 
advertí que el resplandor provenía de la casa de muñecas. Corrí 
hasta la mesa de caoba y contemplé aterrado cómo brillaba el 
interior de la diminuta casa de muñecas que estaba dentro de 
la casa de muñecas, mientras todas las figuras de la casa 
corrían hacia la habitación maldita. No me di cuenta cuando 
entraron en mi cuarto. La policía ha levantado el cadáver y 
busca en vano pistas por el suelo. Sin embargo, nadie ha 
reparado en la nueva habitación de la casa de muñecas. La 
figura no me hace justicia, pero la mesa de caoba es igualita.



Sally

Sally

El verano era bastante bueno ese año. El sol, como siempre, traía calor a la piel. Las ligeras brisas que recorrían el bario hacia que no se sintiera tanto calor o frío. En si el clima era perfecto. Un verano que Sally jamás olvidara.

Sally era una niña de 8 años, cabello largo y rizado de ojos verdes claro. era muy cortes, alegre y hacia lo que se le decía. Sus padres la adoraban, no podían pedir mas de ella.
Sally reía mientras jugaba con sus amigos afuera de su casa. Jugaban a la rayuela, a las muñecas y las etiquetas. Su madre la mira desde adentro limpiándose las manos con su delantal, gritándole.

“Sally! Es hora de que comas tu almuerzo!” levanto la vista de su juego sonriéndole “esta bien mamá” sentándose en la mesa, emocionada por que sabe que. Su madre le coloco un sándwich de mantequilla de maní con jalea, unos bastones de zanahoria, un apio alado y un jugo de naranja.” Gracias mami” “de nada cariño” la niña empezó a comer, mientras su madre se sentaba a su lado sonriéndole “¿adivina qué? Tu tio Jhonny viene de visitas” ella le sonrio con todas las comisuras de su boca con comida.

“mm! Mio jommy?” repitió con su boca llena mientras la madre se reia de ella asintiendo la cabeza. “ajam! El viene a ayudar a tu padre con su trabajo y también a cuidarte. Tal vez podremos ir a la feria juntos” Sally masticaba rápido lo que quedaba en su plato.

“¿ Sara y Jennier también?” la madre levanto la vista pensativa “ depende de lo que dicen sus padres. Si pueden, si!” la niña sonrío y salto de su asiento nuevamente. Este verano lo pasaría genial. En los trascursos de los días. El tio Jhonny conduzco hasta la casa de su hermana, salio de su coche estirando su cabeza y dando un suspiro de cansancio.

“Tio Jhonny!” gritando y llamando la atención de el. Dejo su jumproper de lado y corrió a los brazos de su tio la cual le correspondió. “Hey! Sall! ¿Cómo has estado?” levantándola y abrazándola apropiadamente, la niña sonrio y miro a sus amigos que la estaban mirando desde su dirección. “estaba jugando con Sara y Jennier! Mamá esta adentro, vamos a decirle que llegaste!”.

“suena bien” la baja y caminan hacia la casa, llamando desde afuera a la mujer “Hey Marrie! Ya llegue!” llamándola mientra seguía a Sally hacia dentro."¡Mamá! Ya está aquí !" la madre salió de la casa corriendo de la cocina y sonrió al ver a Johnny.

"Johnny, has llegado bien". El hombre puso la niña en el suelo y le dio una palmadita a fondo su despedida, abrazando a la mujer."Por supuesto que sí. ¿Por qué si no iba a venir aquí sano y salvo?" Se echó a reír, caminar a la cocina con la mujer. De Sally corrió hacia la puerta, gritando que volvería a jugar.

"Asegúrese de entrar antes de que oscurezca!""Sí, señora!" Y allá se fue la chica.

A la hora de la cena, el padre de Sally llegó a casa, feliz de ver a su hermano en su casa. Caminando con su hija, se acercó a Johnny con un apretón de manos y un abrazo."Encantado de verte hombre, ¿Cómo has estado?" Le preguntó cruzando los brazos, mirando a su esposa a poner la mesa. Johnny se encogió de hombros, jugueteando con sus pulgares.

"me separe de Karen.""Oh, eso es terrible, lo siento .." Johnny meneó la cabeza con una sonrisa."No, está bien. Estoy contento, me puedo mover libremente sin tener a alguien constantemente queriendo saber dónde estoy y lo que hago." Los dos hombres rieron juntos, haciendo su camino a la mesa a comer. "Mmm Marie, esto sabe maravilloso."

"Gracias, me alegro de que te guste."

"Mhm ¡esta delicioso mamá!". Los adultos sonrieron y se rió del cumplido de la niña.

Los platos de empezaron a vaciar, y Sally empezó a bostezar una y otra vez, frotándose los ojos con sus manos. Su madre sonrió y se frota suavemente su espalda. "Parece que alguien está cansado. Hora de ir a dormir!" Sally asintió y saltó de su asiento, recogiendo su plato y llevarla al fregadero. Su madre se levantó para llevarla a la cama, perola detuvo jalándola del brazo. "yo la llevo." Él sonrió, ganándose uno a cambio.

"Muy bien, gracias John." El hombre asintió con la cabeza, mirando a la mujer. Luego miró a ver a su hermano para salir al baño a lavarse, y siguió a la joven a su habitación. John sonrió y cerró la puerta detrás de él, mirándole pequeño desorden de la niña.

"Necesitas ayuda?" Le preguntó, mirando a la niña, la cual también lo mira asintiendo. "Está bien, vamos a ver lo que tienes." El hombre comenzó a buscar a través de su pijama diferentes. "¿Tienes algunos con impresiones de fresas. Apuesto a que va a oler igual a ellos en tus sueños." Él tomó la camisa y le mostró, dándole un poco profundo inhala. De Sally rió y negó con la cabeza para indicar que no quería llevar su pijama de fresas. Johnny asintió con la cabeza y puso la camisa de nuevo y sacó una camisa con un unicornio en él. "¿Qué tal este? Apuesto a que va a montar en unicornio señorita". Una vez que el niña se rió y negó con la cabeza. El hombre soltó un pequeño bufido antes de colocarlo de nuevo. Luego sacó un camisón blanco regular. "¿Qué tal esto? Te convertirás en una princesa con esto." Los ojos de Sally se encendieron y dio una palmada con entusiasmo y asintió. Le coloco del vestido en la cama, él se acercó a ella y comenzó a desabrocharse la camisa.

"Puedo vestirme tío". Ella dijo con una sonrisa, mirando hacia abajo a sus manos en su camisa. El hombre sonrió y asintió con la cabeza, sin dejar el trabajo a medias. "Apuesto a que puedo, pero estás cansado, y ¿por qué note puedo ayudar?" Le preguntó, mirando de Sally cabecear un par de veces. Una vez conseguir su camisa desabrochada, él se deslizó de sus hombros y le dio un codazo en la panza agradable, haciéndola reír. Él sonrió y tomó del borde de sus pantalones cortos y tiró hacia abajo. Finalmente, el hombre agarró su camisón y empujó la apertura por encima de su cabeza, asegurándose de que sus brazos podían pasar por las mangas. "¡Ya está!" Dijo alegremente, mirando la sonrisa de niña de nuevo, riendo cuando ella delimitada en la parte superior de la cama. Johnny se levantó y recogió su ropa, la puerta se abrió y entró la madre de Sally.

"¿Estás listo para dormir?" diciéndole. Johnny se levantó y corrió hacia el otro lado de la cama."La voy a recostar, ¿te parece bien?" Marie lo miró y sonrió moviendo la cabeza.
"Por supuesto que no". Miró a su hija y se inclinó, besando al niño en la frente. "Buenas noches mi amor."

"Buenas noches mamá". Dar a la chica un masaje suave con el dedo pulgar en la frente, la mujer tomó la ropa que tenía y Johnny la hizo salir de la habitación. Johnny sonrió a la madre y se acercó al interruptor de la luz, apagándolo. Él cerró cuidadosamente la puerta de la habitación con llave. Poco a poco, miró por encima del hombro hacia Sally. Johnny tenía una sonrisa escalofriante, torcida.

Al paso de los días, Marie observó que Sally no actuaba con normalidad. Ella no sonreía tan brillante como antes. No demostraba alegría, o hablaba con la misma cantidad de felicidad. Marie tomó la mano de la niña antes de irse a jugar con sus amigos, y se la llevó a un lado. Sally miró a su madre con una mirada confusa. "Cariño, te sientes bien?" Ella preguntó, arrodillándose para estar a la altura de su hija. Sally miró distraídamente, y poco a poco comenzó a llorar. Su madre abrió los ojos, confundida. "Sally?"

"M-mama ... yo ... yo no quería t-to ..." La muchacha alcanzó a decir con ataque de hipo."No querías hacer que amor?"

" .. Yo no quería jugar ... yo no quería jugar su juego ..." Sally miró a su madre y la abrazó con fuerza. "el ... Tocó m-me ... a-y me hizo toc-arlo!" Marie frunció el ceño y comenzó a acariciar suavemente el cabello, consolándola. Ligeramente."Shhh, no pasa nada. Mamá está aquí ahora. Fue una pesadilla, eso es todo”. ¿La niña había tenido una pesadilla?"Todo está bien ahora, ¿de acuerdo? No te preocupes por eso." Miró a Sally, su respiración al llanto, y sonrió.

"O-bien mamá .." Su madre sonrió y la besó en la frente. "Ahora ve a lavarte, no querrás ir a jugar con la cara sucia". Sally soltó una risita y salió corriendo al baño a lavarse la cara. Más tarde ese día, Johnny y su hermano regresaron a la casa a continuar el trabajo. Frank suspiró, sonriendo cuando vio Sally.

El padre le devolvió el saludo, y cerró la puerta del coche haciendo su camino hasta la casa. Johnny miró a Sally sonriéndole, saludando a ella. La sonrisa de ella se marchitado lentamente, mostrando menos felicidad en ella, pero le devolvió el saludo también. Johnny también entró en la casa, y se detuvo cuando escuchó la conversación entre su hermano y su esposa. "Sally qué?" -Preguntó Frank. "Ella tuvo una pesadilla. Una muy mala. Me dijo: 'Él la tocó."

"Bueno, ¿quién diablos es" Él "?" 
"No lo sé, Frank ... Pero fue sólo una pesadilla. Sólo quería informarle de lo que ha estado pasando con ella y, por qué estaba actuando diferente". Johnny frunció el ceño con ira, con los nudillos volviéndose blancos. Después, se calmó rápidamente. Puso una sonrisa, y entró a la habitación, lo que hace que parezca que acaba de entrar en la conversación y se levantó las cejas.

"¡Vaya ... interrumpí algo?" Les preguntó, mirando a la pareja sacudiendo sus cabezas. Johnny sonrió de nuevo, señalo al coche "Voy a ir a la tienda, necesitas algo Marie?" La mujer sonrió y miró hacia la cocina. "Sí, en realidad. ¿Me puedes conseguir algunos huevos, leche, pan y jugo?" Johnny asintió con la cabeza, a punto de salir hasta que se detuvo. "Sally quería venir también, sólo quería informarle". Marie sonrió. "Gracias Jhon". Él asintió de nuevo y se dirigió fuera de la casa con las llaves en mano. Mirando a Sally con sus amigos.

"Sally" Ella levantó la vista hacia él y lo miró fijamente. "Vamos de compras!" John se dirigió hacia el coche, haciendo un gesto a la chica que lo siguiera. Sally se sentó allí por un momento, luego puso sus muñecas sobre la hierba.

"Voy a estar de vuelta, por favor cuiden a Marzapan y a Lily igual." Jennie Sarah sonrieron y asintieron con la cabeza. Sally se dirigió de mala gana alrededor del coche, subió al asiento de pasajeros "¿Sabe mamá que ire contigo Tio?" Preguntó ella. Johnny asintió con la cabeza y puso las llaves en el encendido, arrancandolo y salió de la calzada.

"Sí, ella quiere que compremos cosas para la comida. Tal vez pueda conseguir algo." Él sonrió mirando al niño. Sally sonrió nerviosamente hacia atrás y miró hacia delante, mirando elel paisaje. Tan pronto como llegaron a la carretera que va a la tienda, Sally se dio cuenta de que se detuvo al estar enfrente de la tienda. Ella frunció el ceño, confundido, y alzó la vista hacia él. 

"Tío Johnny, te acabas de pasar la tienda.." Dijo apuntando en la dirección a la tienda de alimentos integrales. Pero nada salió de el. Él sólo siguió conduciendo, con una sonrisa muy leve en su cara. La niña se sentó y miró por encima del asiento trasero, mirando a la tienda poco a poco cada vez más pequeña hasta que se perdió de vista. Al darse cuenta de que no iban al supermercado, el niño la miró al tío que aparcabe en el parque de la comunidad cerca de la ciudad. Nadie salía al parque los domingos. Sally sintió nervioso, su respiración se aceleró, mirando al hombre con ojos muy abiertos. Johnny apago el motor, mirándola. La ira se mostraba en su rostro.

"te dije que no le digieras nada a mamá, ¿no?" Le preguntó, mirando a la niña desesperadamente negar con la cabeza. "No estamos jugando el juego correcto, Sally." Su tono de voz casi le da un leve canto a la misma. El hombre se acercó y sacó a la niña del auto, haciendo caso omiso de la lucha que estaba poniendo sus súplicas y gemidos. "Dijiste que jugar el juego conmigo Sally, me mentiste". Abrió la puerta del coche a su lado saliendo junto con ella y la empujó al suelo. Haciendo caso omiso de los gritos y contorsiones que el niño estaba haciendo. "Uno tiene que ser castigado ahora por romper las reglas." Él dijo en ese tono ligero canto, y comenzó a desabrocharse el cinturón.

“Una pareja encontró el cuerpo de una niña de 8 años en el parque de la comunidad, Williams Sally la semana fue larga en su búsqueda. Se la encontró Esta noche a las 9 PM".

Podría haber jurado que cerró la puerta antes de meterse en la cama. Supongo que me olvidé ... me levante de ella, la calidez y el confort de la cama. El adolescente hizo su camino a través de la habitación y cerró la puerta. Antes de que pudiera acostarse de nuevo. Tan pronto como se puso sus piernas encubierto, el adolescente se congelaron al oír un leve sonido de ... llanto? Aunque, sonaba como un niño. Poco a poco se levanta de la cama una vez más, el se dirigió a la puerta y la abrió. El llanto parecía ser más fuerte fuera de su habitación. Mirando hacia abajo en la oscuridad el adolescente se arrastró por el pasillo, siguiendo el sonido de los gemidos. Una vez llegando al final del todo, se quedó sin aliento. Sentada en el suelo, delante de la ventana iluminada por la luna, era una niña. Estaba encorvado, llorando. ¿Cómo llegó a su casa? A través de la ventana? Tragando saliva, el adolescente tomó la palabra.

"¿Quién ... quién eres? ¿Cómo te metiste en mi casa?" Preguntó ella.

De pronto, el llanto se detuvo. La niña se movió lentamente sus temblorosas manos lejos de su cara y miró detrás de ella, retorciéndose ligeramente. la sangre sustituye sus lágrimas, manchando sus manos. Hubo un coágulo de sangre profundo y el pelo en un lado de su cabeza, goteo de sangre de la herida en su rostro y en su vestido de noche sucio. Sus brillantes ojos verdes parecía que veía a través de ella el alma.

"Esta es mi casa ...." Ella habló, su voz ronca, sonando como si estuviera luchando para hablar. El cuerpo de la chica hizo una mueca y movió extrañamente cuando el se levantó sobre sus pies y se volvió hacia el adolescente. Sus pies estaban sucios, como si estuviera corriendo por el barro, raspaduras cubrió las rodillas y las piernas, y el final de su vestido estaba roto y andrajoso. 'Sally' El nombre cosido en la parte delantera. Llegar con su ensangrentada mano. ¿Quieres jugar?.
sonrió, sangre mancha los dientes mientras hablaba.

"juega conmigo..."


El Día De Todos Los Santos

El Día De Todos Los Santos

Recuerdan cuando de niños siempre nos hablaban de la religión, tratando de que nunca abandonáramos “El Camino de Dios”?. En estos momentos, escribo esto como mi ultima voluntad y espero que alguien capte el mensaje tan horrible que les dejo:

“Ellos te conocen, Ellos te ven, Ellos vendré y te tendrán a ti”

Mis dedos siguen con fuerza así que seguiré…

Los Angeles y Dios….. NO LO SON!, Ellos no te protegen ellos no son lo que nosotros pensamos, ellos revuelven nuestra imaginacion y nos hacen creen en cosas diferente, algo alterno. yo descubri la verdad por mi cuenta y ellos son mucho peores que los demonios, si muero no tendre descanso alguno sere torturado de todas formas vaya a donde vaya.

Estaba yo tranquilo, como siempre navegando en mi computador personal, estaba totalmente aburrido fue entonces donde al cerrar el navegador me llego un mensaje instataneo que aparecion en la pantalla con tal rapidez que no lo capte, me senti extrañado porque no tenia ningun programa de mensajeria abierto y no habia dejado ninguna ventana abierta pero lei el mensaje de todas formas. El mensaje Decia:

“El Heraldo de Dios

Si este mensaje te ha llegado es porque tu has sido elegido para poder entrar en “El Paraiso” y solo tienes que retractar todos tus pecados una vez hecho esto un angel vendra por ti.

Te llevara en sus alas y ahi sera el momento en que seras llevado con el mismisimo Dios”

Basura religiosa Pense, asi que cerre el mensaje y instantaneamente salto otro mensaje diciendo: “Dios te ofrece gracia y tu no la aceptas?”, Extrañado pero no asustado cerre el mensaje pense que era uno de esos mensajes multiples de bromas o alguna estupidez para convecer a tontos de la existencia de Dios, pero al cerrar este inicio una grabacion de voz con el reproductor. Escuche una voz ronca hablando como si estuviera en un abismo diciendo: “Dios no esta AQUI! No te dejes engañar NO DEJES QUE TE ATRAPEN“ Ahora estaba asustado no podia moverme era como si la grabacion estuviera dirijida hacia mi, al ver la barra de reproduccion, no estaba alli, como si la grabacion fuera en vivo y el hombre de la grabacion dijo: ” Quieres saber donde estoy?” yo no dije nada y el dijo “Quieres saberlo? RESPONDE!“ me senti abrumado y repondi Si entonces lo que me dijo fue: “Estoy en el paraiso, el paraiso por el que tanto soñamos no es mas que un paraiso corrupto, un paraiso sin dioses misericordiosos ni angeles brillosos llenos de gracia, TODO ES MUERTE!”.

De pronto se cerro la reproduccion y salto otro mensaje del Heraldo de Dios diciendo: “Es todo, espero que te hayas tapado los oidos porque si no lo hiciste te buscaremos”. Yo sin palabras senti como un frio penetraba mi columna”

El mensaje se cerro y aparecio un mensaje, esta vez no del Heraldo de Dios si no del Heraldo Falso diciendo: “Ahora que nos conoces, El dia ha llegado”

Se cerro….

El calendario de mi computadora se habria y marco una nueva fecha este mismo dia entrepara ver que fecha marco, y habia marcado este dia como “El Dia de Todos los Santos”

Ahora estoy aqui, solo, sin esperanza, sintiendo como me buscan los santos para hacer quien sabe que. Sabia que la religion tenia una mentira, una mentira inmensa que el Dios por el que tanto oraban tenia un secreto…

En estos momentos escucho pasos en la sala de mi casa, escucho pisadas como de pezuñas, escucho el sonido del filo de sus espadas…

Sin nada mas que decir me despiywgrfecfhuoinfaANFI

b njgggmbvlkAIPKJL´P+



Dios es Grande, Dios es todo ahora que saben la verdad iremos 
por ustedes – El Heraldo de Dios Falso